sábado, 3 de enero de 2009

La rumba

Como casi siempre, no nos enterabamos de nada. Estábamos empeñados en el rock sureño (Kansas, Eagles, Flying Burrito, Allman Brothers, Marshall Tucker Band....) y en la progresividad de la música (Genesis, Pink Floyd, Yes, Can, Camel.....) y no estábamos en condiciones de percibir qué es lo que estaba pasando en realidad.
En las verbenas sonaban: Los Chichos, Los Chunguitos, Las Grecas... y las chicas se movían en un baile para nosotros lejano. Seguir el ritmo de una rumba podía ser como intentar llegar a Alpha-Centauro.
Las mirábamos con una mezcla de admiración y desdén. Pero en el fondo, reconocíamos una desconcertante envidia por que éllas sabían llevar ese endiablado ritmo y para colmo, resultaban cautivadoramente atractivas. Era el embrujo desconocido.
La rumba. Ese erótico y gitano baile que despreciabamos (como a Perales), y que luego se tomó su revancha.... "Mujer, mujer, mujer, mujer.... como podía tú querer, como podías tú querer, a dos hombres a la vez". "A ese corazón malvado, a ese corazón malvado...."........

La calma sanitaria

Llerena se eleva en el recuerdo. Nos evoca la irrealidad. Se realimenta de ensoñación y de ternura.

De vez en cuando, ya mayores, entramos en un cuarto baño de un sitio público. Una discoteca, un pub... y añoramos la sensación perdida: la atenuación del ruido, el falso olor del ambientador. Cuando entras al cuarto de baño de un sitio de música, se produce un contradictorio bienestar. Un alivio.

Ir a Llerena debe ser algo así. Descansar del tumulto, del ruido. Regresar a la calma, a lo primigenio.

A lo verdadero, a lo buscado, a lo que fuiste, a lo que serás.

Estar en la barra, en la pista, en el foro... es estar buscando. Cuando te recoges en tu interior, en el silencio, en la quietud, en lo primordial es haber llegado a lo buscado.

Llerena debe ser algo así. Un lugar (estado) de plenitud.