sábado, 23 de febrero de 2008

Las Cartas


Los enamorados que estaban separados se comunicaban por carta.

Correos era el vínculo que permitía saber algo de la persona amada / lejana.

La carta representaba todo un complejo ritual. La emoción de coger un papel blanco, un bolígrafo, un sitio, encontrar un momento a solas......

A élla....decirle, contarle, expresarle, materializarte, ser tú la propia carta....que tu temblorosa mano no censure lo que sientes. Que tus cortas luces y escaso entendimiento logren reflejar tus sentimientos.

Cerrabas el sobre, no muy convencido de haberlo logrado, pero había que hacerlo ya de una vez. Es como si quisieras que el proceso fuera lento y rápido.

Comprar un sello, buscar un buzón.... Cuando arrojabas el sobre al buzón, algo muy íntimo se desprendía de tí. Algo en lo que habías puesto tanto sentimiento, se "tiraba" físicamente a un pozo negro y público. Era como si arrojaras tu corazón epistolar a un sorteo de incierta lotería: que podría llegar o no. (pero siempre llegaba)

.... y esperar.........................................

.... y esperar ........... días y días..... y te consolabas: "la carta está en camino, élla la recibirá".

Mientras tanto, el calendario no paraba. Las ineludibles obligaciones marcaban el reloj de tu vida real. Los días pasaban indiferentes a tus emociones... La belleza de los días redactores se iba difuminando en lo cotidiano.

Un día, de improviso, llega una carta. Alguien cercano te lo dice. Es de la persona amada, ¡de ELLA!. Coges el sobre completamente ciego de rubor. Saboreas el exterior del sobre y cuando lees tu nombre escrito con su letra, sientes que tu corazón empieza a bailar insolente y desbocado. Estás otra vez en la maravillosa nube.

Tienes el sobre en las manos. No quieres que nadie se entere. Pero casi nunca es el momento indicado para leerla. Normalmente había que esperar a que llegaran las circunstancias propicias de soledad, recogimiento e intimidad. Al fin y al cabo, leer a tu amada es un precioso acto de amor.

Tienes el sobre bien guardado y cerrado. Ese sobre es más tú que todo tú. Esa espera representa un dulce tormento: lo saboreas, porque tienes la certeza de que vas a saber de élla ¡cuando tú quieras! Te sientes el dueño de la decisión. De elegir el momento de abrir el sobre. Será muy pronto.

Por fin, abres el sobre, temblorosamente. Empiezas a leer pero tu ansiedad te impide enterarte de nada. Las palabras bailan en tu inocente emoción de enamorado. Pero te abandonas y disfrutas contemplando su bella letra: ES ELLA. Tienes que (quieres) leer su carta una y mil veces. Al final, logras centrarte y "escuchar" lo escrito.

Ella te cuenta cosas, cosas que se te antojan sublimes, cosas que elevas a lo más alto de tus sueños. Probablemente te hace referencia a algo que tú escribiste hace semanas. Algo que, seguramente, no recuerdo haber escrito, pero da igual, soy despistado. Es élla y todo lo que emana de ELLA es incuestionable y maravilloso.

Y la embriagante emoción de esta dulce, desesperante, narcótica y lenta reciprocidad me impulsa a escribir otra carta. Pero tengo que encontrar el sitio y el momento propicio... ahora hay mucho jaleo....

Te quiero.

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